¿Cuántas veces habéis escuchado decir que las cosas verdaderamente importantes se encuentran en las pequeñas cosas? Seguramente que muchas, aunque poco se ponga en práctica. Hoy parece mucho más importante preocuparnos por vanalidades superfluas que ocuparnos de esas cosas simples que hacen feliz a nuestro espíritu. Y es que el ser humano puede ser más feliz con esas pequeñas cosas que rodean día a día su rutina y que cree son cosas sin importancia.
Trabajamos fuertemente buscando la felicidad como un fin a donde llegar sin darnos cuenta que la felicidad es todo cuanto nos rodea cada día. Creemos que seremos felices con el nuevo coche, con el empleo x o con el matrimonio tal, y olvidamos que en el camino de esa búsqueda material hay mucho más a nuestro alrededor que ni siquiera nos detenemos a mirar.
Está allí, al alcance de nuestras manos, tan simple y tan obvio y es por ello que no le damos importancia. Abramos los ojos, y veamos más allá.
Al fin y al cabo, es de pequeñas cosas que está hecho el mundo...
2 Esencias:
Sobresaliente, me encanta.
Besos desde México.
Hola Lika!
En este post me hiciste recordar una anécdota que cuenta la psicóloga chilena Pilar Sordo en sus conferencias (puedes escucharla en Youtube)
Recibió en su consultorio a un amigo ciego que estaba desahuciado y profundamente triste. En la primera sesión le propuso que durante la semana escribiera en un cuaderno las cosas que lo hacían feliz. La terapeuta durante esa semana se sentía insegura en haberle hecho esa propuesta, puesto que ella misma estaba pasando por un momento de angustia y no lograba poder hacer lo que le había pedido a él que hiciera. Se sorprendió en la siguiente sesión con su amigo, al verlo llegar con un cuaderno repleto de anotaciones sobre qué lo hacía feliz.
Entre esas anotaciones existían, por ejemplo, bañarse con agua caliente, secarse con una toalla seca, escuchar el canto de lo pájaros, sentir el cosquilleo de las burbujas de la Coca Cola en la nariz, escuchar música, y tantas otras tan simples como elocuentes a la hora de darse cuenta de que estaba vivo y podía gozar.
Esa fue su segunda y última sesión de terapia. Al finalizarla, Pilar, su analista, llorando le dijo que la ciega era ella, puesto que no había logrado ver todas esas cosas que hacían a los momentos felices, y que estaban al alcance de la mano.
Lindo tu blog!
Adelante!
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