Cuando tienes un hijo ves cómo el universo cambia ante tus ojos, deseas hacerte eterno para no faltarle nunca y poder guiarle y cuidarle hasta verle convertirse en hombre. Damos todo de nosotros e incluso todo no es suficiente, tratamos de brindarles herramientas para su independencia y aún así cometemos errores, nuestro amor maternal no pude salvarnos de ser juzgados y de que saquen sus propias conclusiones de lo que hemos hecho mal o de lo que ha faltado o de aquellas situaciones a las que nos vemos visto avocados a recurrir para poner a salvo a todos los miembros de la familia. Un padre , una madre juegan un papel muy difícil , pero tan vital como importante; sólo que no lo valoramos, hasta que tal vez nos convertimos en uno de ellos y miramos hacia atrás y repasamos episodios de nuestra propia vida viendo como todo aquello que en ese entonces nos pareció motivo de rebeldía o de disputa no eran más que sabias decisiones de nuestros progenitores y que en este ciclo sin fin todo pasa y todo vuelve a llegar una y otra vez más.